sábado, 14 de mayo de 2011

Caperucita Roja (¿A quién tienes miedo?), poética y épica


Caperucita Roja, ¿a quién tienes miedo? es una película que rescata, aunque solo de forma pormenorizada, el relato tradicional del que toma directamente su nombre. Protagonizada por la joven promesa hollywoodiense Amanda Seyfried y dirigida por la artífice de Crepúsculo o Los amos de Dogtown, Katherine Hardwicke, nos acerca de nuevo al ya clásico conflicto entre la colectividad y el monstruo.


Durante su visionado, es inevitable recordar imágenes de esa película -en mi opinión, infravalorada- de M. Night Shyamalan titulada El bosque, por dos razones: la poética es similar en el sentido de esa contraposición (cada imagen nos justifica la pugna fatal que siempre se salda con alguna que otra tragedia personal) y por la pura estética: Seyfried luce su capa de color rojo sangre del mismo modo que el supuesto monstruo de la cinta de Shyamalan.

Aunque ambas películas pueden compartir ciertas similitudes, quiero dejar claro que no comparten, en mi opinión, demasiados puntos comunes en cuanto a su guion. Si nos centramos en el libreto de Caperucita Roja, creo que merece la pena citar otro asunto clave: la presentación del filme como un 'thriller romántico' en palabras de la productora. Efectivamente, la primera imagen nos remite a un conflicto de ese calado: la niña y su amigo acaban enamorándose en medio de un prohibición tan tradicional como emocionante, pero esta sensación solo dura unos minutos. Poco después, el relato parece reiniciarse cuando el verdadero conflicto de la historia resulta ser la búsqueda del traidor del poblado, esto es, aquella persona que se transforma en lobo y siembra el pánico. De este modo, la película simplemente se define por un juego tipo gato-ratón en el que todas y todos son sospechosos, pero no ahondando, pienso, lo suficiente en ese primer latido romántico con que se abre la película. Al final, eso sí, se vuelve a hacer hincapié en la relación amorosa de ambos jóvenes.

Como espectador, creo que es una de las películas de aventuras con las que más he disfrutado, tanto por la agilidad de las acciones como por ese juego tan efectivo del que hablaba: cuando el guionista hace pensar al espectador quién o quiénes pueden ser los traidores, quién está detrás de la incógnita, el gancho está asegurado. Y, si no, que se lo digan a los seguidores de Agatha Christie.

Foto extraída de aquí.


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